Y danzan, y danzan las sotanas, valedoras del fascismo que las proclaman

Soy creyente, rojo y cristiano. Porque mi Cristo, del que aprendí, es rojo, no es de derecha. Un hombre que como enseñanza basó todo el ideario cristiano en que “amásemos al prójimo”. ¿Qué parte no entendió el estamento eclesiástico a lo largo de su sangrienta historia?

A pesar del empañado representado en la actitud “impropia” del Obispado de Cádiz, el día de ayer fue sin duda uno de los días donde se reconstituye la dignidad tanto de las víctimas, como de sus familiares, como la de las sociedades de los pueblos que se enfrentan a lo más oscuro de su pasado sacudiéndose la ignominia de quienes fueron hombres para el hombre.

 

La Ley Memoria Histórica, no es un instrumento para dividir como quieren hacernos creer los nostálgicos de las camisas azules y plebeyos de Don Pelayo. La Ley de la Memoria Histórica es, o debe de ser, un instrumento de recuerdo de la barbarie para que no vuelva a ocurrir, un instrumento reponedor de la dignidad de los represaliados, los muertos de la represión franquista y sus familias. Esos muertos que mientras los ganadores de la guerra civil provocada por el Golpe de Estado Militar contra un gobierno legítimo y democrático, tienen localizados y enterrados en cementerios, estos abonan con su sangre derramada por viles asesinos, la tierra tras las tapias de cementerios y cunetas de caminos y carreteras.

 

Una Ley aprobada por los representantes políticos del pueblo andaluz. Por el máximo poder político y una ley de obligado cumplimiento. ¿Entonces….? ¿Qué cojones hace el Obispado de Cádiz negándose a cumplir la Ley? ¿Qué sin razón ampara la determinación de Zornoza y sus acólitos de impedir que se excave en el cementerio de Facinas en busca de cadáveres fusilados por los cobardes fascistas de los pueblos que cerraban las ventanas al paso de los cadáveres arrastrados por mulas?

 

¿Quién coño es esta Iglesia para creerse por encima de la Ley? ¿Acaso Zorzona y todo el Obispado de Cádiz se cree con alguna legítima razón para oponerse a que los cuerpos de las víctimas, de los pobres, de los más desgraciados sean recuperados por sus familiares?

 

Soy creyente, rojo y cristiano. Porque mi Cristo, del que aprendí, es rojo, no es de derecha. Un hombre que como enseñanza basó todo el ideario cristiano en que “amásemos al prójimo”. ¿Qué parte no entendió el estamento eclesiástico a lo largo de su sangrienta historia? Desde las guerras santas, pasando por la Santa Inquisición, hasta los prelados envueltos en púrpura y rodeados de uniformes y armas militares, así viene actuando los mandatarios de una iglesia que pisotea sistemáticamente las enseñanzas de su Mesías.

 

Bendiciendo al fascismo, a los reyes, vigilando las tumbas de genocidas, impidiendo el derecho a llorar a los muertos y llevarles flores a sus tumbas, así inexplicablemente actúa aún algunos miembros de esta iglesia que por fortuna tiene otros integrantes que velan por los más desfavorecidos, por los inmigrantes, por los débiles, por los pobres, por los refugiados. Esa es la Iglesia de Cristo, y no la Zorzona y compañía que lo que hace y son -como cantara el Drogas- una danza de sotanas, que danzan alrededor del fascismo que las proclaman. “Valedoras de la raza y de la Santa Cruzada. Su monumento a los caídos de vergüenza se desangra”.

 

Quien no permite enterrar a los muertos, no ama al prójimo y quien no ama al prójimo… no ama a Dios. No sois sino una panda de farsantes preocupados por sacar lustre a vuestros anillos de oro. Iros, con vuestro falso mensaje, fuera de los templos. O lo que es lo mismo… iros al mismísimo carajo pandilla de inhumanos.