Desde la atalaya: gente de fiar

Conductas irregulares puede haberlas en cualquier persona que pertenezca a uno u otro grupo o partido, pero quienes lo tapan y no actúan para erradicarlas generan desconfianza. Sin embargo, aquellos grupos que toman medidas, caiga “quien caiga”, esos sí deben de ser tomados por gente de fiar.

 

Joan Manuel Serrat ha recogido el Premio Princesa de Asturias 2024 de las Artes, y, a pesar de la alegría de recibirlo, el hombre en su ya avanzada edad se sentía alejado de esta sociedad. Algo similar a lo ocurrido con uno de los padres de la inteligencia artificial (IA), Geoffrey Hinton, premio Nobel que renunció a Google y alerta sobre los peligros de la misma. Y es que, cuando personas con una alta sensibilidad y conocimiento (como son los casos citados) muestran su pesimismo, algo se debe estar haciendo mal.

En el contexto actual, no es de extrañar que, entre la opinión pública en general, cunda el desánimo y la gente crea que casi nadie es de fiar. Tampoco es de extrañar que esto sea el filón de apoyos para quienes, sin duda, de estar en el poder, nos harían la vida más difícil. Nos referimos a esas personas que enarbolan la bandera del cabreo y enfado continuo, del enemigo político en vez del adversario, de la intransigencia ante la diversidad, …

Y es que con los mensajes que nos llegan es normal que el pesimismo en el ser humano crezca. Por poner algunos ejemplos de estos mensajes que nos dinamitan nuestras esperanzas de un mundo mejor:

Conversaciones del anterior jefe del Estado con sus “amistades peligrosas”, hablando de la corrupción en política cuando su conducta, aunque no pueda ser juzgada por tribunales, es reprobada por cualquier persona con sentido común, al menos que consideren que lo que hizo estuvo bien.

Un político corrupto, presidente de la Comunidad Valenciana y ministro del PP, que tarda más de 20 años en ser juzgado y condenado, cuando debería haber tribunales especializados en estos casos que actuaran con la mayor rapidez y sirvieran de ejemplo al resto de la ciudadanía.

Políticos de partidos importantes (PP y PSOE) y familiares que aprovechan la pandemia para hacer negocios. Doliente es, sobre todo, cuando estos actos los comete un máximo responsable de un grupo que decía venía a poner coto a la corrupción, como es el caso del PSOE, ya que muestra cuán contagiosa, como el más malo de los virus, es esta conducta en los que ostentan (en el más amplio sentido de la palabra) el poder.

La presidenta de la Comunidad de Madrid no acude a los actos oficiales. Todo ello con excusas tan pueriles como estar molesta por el trato que recibe su “novio” o “pareja”, mostrando que no sabe diferenciar lo personal del cargo que ostenta. Sin caer (o quizás sí) en que esa conducta dinamita la estructura del Estado español, tanto o más que lo que hacían otros partidos que ellos denominan destructores de España. La misma presidenta habla de estar en una dictadura y, a diario, se comprueba cómo hay resoluciones judiciales en contra de propuestas de los gobernantes. Por citar algunas de las salidas de tono de este personaje político cercano al esperpento trumpiano.

Un máximo representante de SUMAR, un partido que lucha contra la violencia de género, se ve salpicado por varias denuncias por este motivo. Esta última noticia es especialmente lastimosa y dolorosa para quienes confían en una sociedad sin desigualdad de género y que han confiado en él y sus siglas, entre otros motivos, por esta defensa.

Por no decir las noticias que nos llegan desde el ámbito de la política municipal y que no dejan de sembrar múltiples dudas en los gobernantes: contratos de corridas de toros que no se saben explicar, denuncias de falsificación de firmas de funcionarios, demandas de indemnización, maniobras especulativas…asuntos en los que algunos nos quieren hacer ver al verdugo como víctima.

Y todo ello dicho en un contexto de violación de derechos humanos a nivel internacional, con genocidios que algunos intentan justificar y apoyan, con creación de mini-campos de encarcelamiento fuera de las fronteras de la Unión Europea para migrantes, con el despliegue armamentístico en el globo, con el problema de la hambruna permanente en determinadas zonas del planeta, etc.

Sin embargo, a pesar de la que está cayendo, no hay que perder la esperanza en un futuro mejor. A pesar de todo esto, hay personas, grupos e ideologías que siguen trabajando por superar estos estados de injusticia, como se superó el derecho de pernada de la Edad Media. Grupos que se muestran inflexibles y actúan de forma contundente y eficaz contra estas conductas y las personas que las han llevado a cabo. No menos cierto es que también hay otros grupos y responsables políticos que, desde el poder, apuestan por tapar lo sucedido hasta que les estalla en la cara, justifican lo injustificable y cuando al cabo del tiempo salen condenados pasan de puntillas por el caso, como si no fuera con ellos. Estos sí son los que hacen daño a la imagen de las instituciones.

Conductas irregulares puede haberlas en cualquier persona que pertenezca a uno u otro grupo o partido, pero quienes lo tapan y no actúan para erradicarlas generan desconfianza. Sin embargo, aquellos grupos que toman medidas, caiga “quien caiga”, esos sí deben de ser tomados por gente de fiar.