De norte a sur, de este a oeste todas las ciudades y pueblos de España vivieron nuevamente la euforia del triunfo de la selección española. Se ha puesto de moda la instalación de grandes pantallas para que la gente vea en muchedumbre las finales de la selección, y que, de esa forma, el contagio de emociones se pueda hacer desenfrenado. Pueblos que celebran sus ferias o verbenas instalan deprisa y corriendo estas súper-pantallas y las ofrecen dentro de sus actividades festivas. Ciudades gobernadas por los unos y por los otros (incluidos quienes no se ven reflejados en ese equipo) hacen lo propio.
Políticos locales, autonómicos y nacionales enarbolan sus discursos como si quisiesen meter uno o más goles y hacer ver el éxito, en parte, como suyo. Es lo que suele pasar: que las victorias suelen tener muchos padres y madres, no tanto cuando se pierde (por ejemplo, Moreno Bonilla también se ha querido subir al carro pero no ha dicho nada de los tres equipos andaluces que este año descienden a segunda división). Todos los pueblos y ciudades han celebrado días atrás las victorias de la selección española hasta ganar la copa. La gente, entusiasmada, se ha tirado a la calle, la chavalería se ha dado el primer baño de amor patrio envuelto en una Eurocopa, los medios de comunicación (especialmente TVE) han hecho su agosto en julio. La euforia ha invadido nuevamente a la sociedad por el triunfo en el fútbol.
Los ultras también han intentado aprovechar este cóctel de emociones de “amor patrio” para lanzar discursos que nada tienen que ver con lo acaecido y se han atrevido a pedir Gibraltar queriendo hacer ignorar por qué ese trozo de tierra es de soberanía inglesa. Incluso, han enarbolado la bandera de los tercios como si la conquista de la copa hubiere sido un sometimiento de los demás pueblos. Todo ello con un toque nostálgico de una historia que, realmente, parece que desconocen y, sobre todo, de no estar acorde con una realidad española actual multicultural que cada día se convierte más en intercultural, y a la que parece desprecian. A buen seguro que la historia los pondrá en su lugar. En ese frenesí eufórico incluso algunos jugadores se sumaron a algunas proclamas que les puede acarrear alguna que otra sanción; y lo que es seguro: más de un abucheo a los que juegan en la liga inglesa. Otros han ofrecido un comportamiento poco elegante, ¡qué forma más burda de dejarse arrastrar por…!
Debemos convenir que la vida requiere de alegrías (que compartidas son mayores) como ver ganar a tu equipo de fútbol (el deporte que más pasiones levanta en España). Pero también debemos acordar que las pasiones, muchas veces, son incompatibles con las razones, así que nadie se equivoque, ya que el día a día es algo más que sumarse a la fiesta de ganar un campeonato. Por ello, una vez pasado el frenesí del triunfo, una vez acabado el saboreo de las mieles de la victoria, cuando ya las televisiones han dejado de bombardear con este hecho debemos entender que el sentido común del pueblo llano deducirá que los problemas como el de la vivienda, el de las condiciones de trabajo, el de las listas de espera en sanidad pública, el del desmantelamiento de la educación pública creando una doble vía de ascensor social no se solucionan por ganar una o cuatro Eurocopas. Si realmente queremos construir una España mejor para todos y todas, debemos pensar quiénes proponen avanzar en derechos fundamentales como la vivienda, en integración social, en servicios públicos,… en todos esos aspectos que nos hagan como sociedad mejor no sólo para unos pocos, sino para todo el mundo.
Son muchos los problemas que aquejan a las sociedades modernas, si bien nunca el ser humano tuvo tantos avances a su alcance. Los cambios son vertiginosos: la digitalización y los avances tecnológicos nos preparan un futuro que dejará en pañales a las películas de ciencia ficción. Pero que no nos olvidemos: en el fondo, la capacidad de las personas por superar los problemas y mejorar las condiciones de vida no tiene límites. Los avances a lo largo de la historia no pasan desapercibidos. Miremos como era la vida en la Edad Media para la inmensa mayoría de la población, o las condiciones de vida en el cercano siglo XIX donde el trabajo infantil, el abandono, la miseria y hambruna estaban presentes en la mayoría de las casas de nuestro pueblo. Eso sí: si estos avances no se hacen para todo el mundo (globalmente), las soluciones serán mucho más difíciles ya que el avance de una parte de la población mundial no puede estar basado en la explotación de la mayoría de las personas. Por todo ello, hay razones para seguir siendo optimistas una vez pasado el resacón eufórico.