Hace unos días leí con perplejidad e incredulidad un artículo de opinión sobre el Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT) en un diario digital local. Perplejidad por el asombro que producía la falta de conocimiento que la autora (real o ficticia) muestra sobre el tema. Incredulidad por la sospecha que desprendía al centrarse de forma insistente en las subvenciones, paradójicamente algo a lo que está habituada gente de ese medio. Tras ello, días después tuvieron que rectificar y declaraban ser una autoría compartida que pretendía exponer una crítica para la mejora. Pero ya su polémica estaba servida, sobre todo porque usaron descalificaciones como “estómagos agradecidos” para aquellas opiniones que salieron en defensa del FCAT.
Hablaban, en aquella primera opinión, de que el FCAT está perdiendo sus raíces en la sociedad tarifeña. Nada más lejos de la realidad. Podemos decir que ahora es cuando el FCAT, al ser asumido por todos los grupos municipales, ya no es materia de controversia partidista. Ahora más que nunca no levanta tantos comentarios y parece ser aceptado por una importante parte de la sociedad tarifeña como un evento cultural que dimensiona este pueblo en otros aspectos distintos a lo que es el turismo de borrachera.
Pero hemos de recordar que no fue igual en sus inicios. Quienes se atrevieron a impulsar desde el Ayuntamiento este festival tuvieron que aguantar incluso insultos muy duros. El festival nació con una oposición frontal de la derecha política y sociológica de Tarifa. La derecha política agitó este tema contra el gobierno de coalición PSOE e IU. El primer gobierno de coalición progresista en la historia de la democracia de Tarifa, que fue quien lo impulsó, pagó un alto precio por ello. Los comentarios que se escuchaban en forma de bulos, mentiras e insultos eran de un calibre tal que no sólo faltaban a la verdad, sino que faltaban al respeto a la dignidad de las personas.
Y esto quedó demostrado, pues cuando el PP volvió a la alcaldía (apoyado por el PA), no tuvo más remedio que quitar el cine africano y el FCAT desapareció de la vida pública tarifeña durante años. Y esto no podía ser de otra manera: ¿cómo mantener algo que, aunque positivo para el pueblo, ellos habían sembrado de comentarios xenofóbicos, racistas y homófobos?
La vuelta al gobierno de coalición progresista (esta vez con la confluencia del PA) permitió recuperar este evento cultural para el municipio y se empezó a compartir con Tánger. En este segundo periodo, la derecha deja de utilizar el tema del FCAT para atacar al gobierno del tripartito. Y aún más, a partir de 2019, la Junta de Andalucía, gobernada ya por el PP, apoyó y financió dicho festival como un evento cultural, junto a otras administraciones del Estado. Por lo tanto, era de esperar que, tras el pacto del PP y NAT, el festival dejaría de ser un punto de controversia y los gobernantes locales de la derecha lo apoyarían, al igual que hacían sus jefes de la Junta de Andalucía.
Si en algo podemos coincidir es que, quizás, ahora, desde el gobierno local se le dé más importancia a la imagen institucional en el “photocall” que a fomentar entre su base electoral y social este evento. Puede que sea porque al PP tarifeño se le da mucho mejor movilizar gente en torno a una corrida de toros que en un festival de cine. Frente a ello, durante el periodo de gobierno tripartito del PSOE, PA y con Ganar Tarifa-IU en la delegación de Cultura, se favoreció la participación ciudadana, algo que se vio también en el FCAT. La experiencia galardonada de la Comisión de Cultura (KC) aportó mucho y muy bueno a este festival. Pero además, los años y años de participación escolar en el FCAT (no sólo de nuestro alumnado, sino también de todas partes de la provincia y otras zonas de Andalucía) imbricaron aún más esta manifestación cultural en la sociedad tarifeña. Los encuentros con las personas que dirigen o actúan en las distintas películas, las visitas por Tarifa, etc., ocupan una fecha concreta rodeada en el calendario por mucha gente para venir a Tarifa.
Por supuesto que todo es mejorable, que todo puede ser sometido a la crítica de la razón, que se pueden y se deben hacer propuestas sobre lo que nos rodea. Pero no se debería olvidar que la situación del FCAT puede ser considerada hoy mucho más sólida que hace unos años y, por supuesto, mucho más que cuando empezó. En esos momentos, como se ha dicho, la derecha desde la oposición sembró odio y predisposición negativa en parte de la opinión pública de Tarifa hacia el FCAT. Para atacar al gobierno municipal, no dudó en sembrar un discurso alejado de los valores democráticos de tolerancia y respeto, algo que, afortunadamente, parece haber sido superado, aunque para llegar aquí algunos concejales de cultura sufrieron un calvario.