¿Un martillo es bueno o malo? Depende del uso que se le dé. Como herramienta para la carpintería es básico; si lo usas para abrir una cabeza, es diabólico. Igual pasa con Internet y más concretamente con las redes sociales.
Hace años se nos advertía del peligro de los menores en poder visitar lugares digitales nocivos para su desarrollo. La vigilancia de los padres y madres sobre dónde, con quién y para qué se conectaba su hijo o hija era un requisito para garantizar la seguridad de los menores. El peligro fue creciendo conforme crecían esos niños y niñas, y hete aquí que los adultos de hoy consumen barbaridades en la red sin que para ellos suponga ningún trauma o cuestionamiento, pues lo vienen haciendo desde hace décadas.
Los poderosos descubrieron cómo aumentar su poder haciendo caer en las redes a mucha gente que es fácil de engañar, o que responde a conductas primarias egoístas e individualistas, y ello lo hicieron con mensajes de odio que aumentan la violencia en nuestra sociedad. Como afirma Luis Rojas Marcos: “La agresión maligna no es instintiva, sino que se adquiere, se aprende. Las semillas de la violencia se siembran en los primeros años de la vida, se cultivan y desarrollan durante la infancia y comienzan a dar sus frutos malignos en la adolescencia”.
Y bien que aprendieron la lección los seguidores de la extrema derecha. El propio Rojas Marcos nos señalaba cómo “nuestra cultura ha construido una serie de tradiciones para justificar la agresión humana. Por ejemplo, el culto al «macho», la glorificación de la competitividad o el principio diferenciador de «los otros» que justifica la marginación de grupos considerados «diferentes». Estos pretextos para la violencia tienen profundas raíces en la sociedad e impregnan el carácter de las personas y las pasiones prevalentes de nuestra época”.
Y en este estado de cosas, lo que debería quedar claro es que todo lo que está en las redes no es ni verdadero ni bueno. Que el consumo impulsivo y sin criterio de noticias o, mejor, falsas noticias, videos, etc., al que buena parte de la población no se resiste, es el caldo de cultivo ideal para sembrar las mentes y corazones de mensajes nocivos.
Las imágenes de todo el mundo enganchado al móvil son sin duda demasiado frecuentes en distintos lugares: medios de transporte, bares, etc. La cena está servida; la falta de análisis y debate lleva a buena parte de la sociedad a actuar de manera inconsciente y a tragar cualquier propuesta que resulte sensacionalista.
En este sentido, hace unos días leía una crítica a un perfil de Facebook, que se presenta como un “espacio abierto al diálogo, el debate y las propuestas sobre las necesidades de nuestra ciudad y cómo queremos que luzca en un horizonte no tan lejano, 2031”. No sé con qué fundamento algunas personas vinculaban esta publicación a determinadas operaciones urbanísticas en el municipio.
Lo cierto es que me llamó la atención y me puse a bichear un poco. La sensación fue algo negativa; en su Facebook, la persona o personas que gestionan esta página lanzan ideas inconexas y sobre todo descontextualizadas de qué se quiere para la Tarifa del futuro. No se parte de un análisis serio, ni tan siquiera no serio. Sólo parece que se busca provocar una reacción visceral sin ninguna reflexión, hacer sentir a quien lo vea un sentimiento de recelo por los males que se padecen. Que si una plaza de toros con techumbre, que si un nuevo IES en un pueblo de Granada, y poco más. Eso sí, no se analiza que la plaza de toros de Tarifa no responde a cánones de accesibilidad, por ejemplo.
Lo que parece estar claro es que desde las redes es más fácil enredar que analizar y, sobre todo, que hay gente que también fácilmente se deja enredar.