La Silla del Papa (el Opidum de Bailo) y su entorno
El Opidum de Bailo representa uno de los restos arqueológicos de mayor importancia en la zona y constituye uno de los primeros asentamiento humano previo a la dominación del Ímperio Romano

La Silla del Papa y su entorno
Enclavado en el punto más alto, 457 metros, en la sierra noroeste de ‘Sierra Plata’ el asentamiento de la Silla del Papa supone uno de los restos arqueológicos de mayor importancia en la zona junto a su vecina romana Baelo Claudia. De hecho, los restos arqueológicos que actualmente se estudian, suponen uno de los primeros asentamiento humano previo a la dominación del imperio.
La Casa de Velázquez, la entidad que dirige el estudio del entorno arqueológico del antiguo poblado plantea que su origen en el primer milenio a de Cristo, entre el Bronce Final y principado de Augusto, en el siglo I antes de Cristo, antes de que fuese abandonado por sus habitantes coincidiendo con la fundación de Baelo Claudia. Con todo se plantea de igual modo un segundo periodo de ocupación en el altomedieval. Los últimos estudios nos concretan que la ciudad de origen bástulo-púnico podría haberse llamado Bailo.
La Silla del Papa es denominada como OPPIDUM. Se trata de la designación de un lugar elevado como una meseta, una colina, u otro accidente geográfico cuyas características se han visto modificadas por el hombre. Estos parajes, que como en el caso de la Silla del Papa tienen partes habitables, se establecían para distintos fines: como refugios fortificados, para el dominio de tierras aptas para el cultivo, etc.
En un entorno natural y geoestratégico incomparable, la cima de Sierra Plata se ofrece además de cómo un lugar determinante en el conocimiento de las civilizaciones antiguas que poblaron nuestras tierras, como una atalaya natural que resuma naturaleza por los cuatro puntos cardinales.
Desde la cima, se otea el horizonte reconociendo el perfil de la Sierra de Betis en el extremo sureste y…. derramada en su falda, la ensenada de Bolonia. En el Noreste, la cota elevada la pone la Sierra de Fates o Sierra de Facinas, donde sus casas adornan con un blanquecino manto de cal la ladera de la montaña. Hacia el Sur, la vista se pierde en el azul del Estrecho y la costa africana. Y hacia el suroeste, una dorada franja de arena nos señala la frontera entre el límite municipal tarifeño y el de Barbate que marca la población costera de Zahara de los atunes.
Los gigantes molinos de viento , que en las dos últimas décadas han cambiado el perfil de la llanura a los pies de Sierra Plata, enfrentan su modernidad con las milenarias piedras del antiguo poblado horadadas y esculpidas por el pasar del tiempo, los factores climáticos y la mano del hombre.
Pero si importancia tiene el Oppidium, no menos importante es el entorno cultural y arqueológico que le rodea. Auténtico crisol de culturas que han latido en un auténtico vergel y han devenido en nuestra propia sociedad. Pues nosotros somos herederos de una entidad marcada por las costumbres de cuantas civilizaciones y pueblos pisaron estas verdes tierras.
Baelo Claudia
Debido a su importancia histórica, cabe reseñar por encima de cualquier otro asentamiento o vestigio, el yacimiento arqueológico de Baelo Claudia. Situada en plena ensenada de Bolonia, esta esplendorosa ciudad romana surgida a finales del siglo II a.C. debe su existencia al comercio con el norte de África y la explotación de la pesca y la industria del salazón, como así lo atestiguan los numerosos vestigios de la factoría donde se creaba la apreciada salsa ‘Garum’.
El emperador Claudio (41 – 54 d.C.) le concedió el rango de municipio romano. Su declive económico se inicia en la segunda mitad del siglo II d.C., seguramente por un terremoto que debió destruir gran parte de la ciudad. Poco a poco pierde su importancia, experimenta un ligero rebrote en el siglo III y es abandonada definitivamente en el siglo VII.
En el yacimiento se conservan los elementos más representativos, como el foro, la basílica o el teatro, que constituían la esencia de una ciudad romana.
La piedra escalera
Cientos de metros más abajo del asentamiento de la Silla del Papa, existe en la parte relativamente cercana a la duna y las ruinas de Bolonia descubrimos la llamada ‘Piedra Escalera’. Se trata de una piedra o risco de gran tamaño, con una escalada tallada en su parte sur, además de oquedades, rellano y pasillos también fruto de la mano del hombre. No existe mucha documentación al respecto, pero algunos estudios apuntan a que se trataría de un nementón, es decir un púlpito, santuario o altar de sacrificio vinculado a culturas celtíberas datado entre la Edad del Hierro entre los siglos III y II antes de Cristo.
Paraíso natural
Regresemos al Oppidum, pero antes recreémosno en la belleza del entorno natural. El camino desde la dorada playa de Baelo hasta la cima de la montaña es recorrido por una explosión verde, mucha de las especies resultaron vitales para la vida entonces. Desde el robusto y de sombra acogedora, alcornoque que suministró además madera y corcho, hasta las salvajes higueras, pasando por el aromático laurel; el madroño, de fruto silvestre y alcohólico. O el sabroso palmito, los pinos piñoneros y el verde lentisco de frutos rojos.
Las vacas pastan a la tranquilidad del sol y las cabras suena más arriba. Una solitaria puerca, busca el abrigo que buscaron en sus días los turdetanos, para parir su piara. En el cielo los buitres leonados nos señalan su santuario, mientras su elegante vuelo se pierde entre las copas de los acebuches que proliferan por todo el asentamiento.
Zonificación del poblado de la Silla del Papa
Ubicado, pues, orientado hacia el interior, este asentamiento ofreció a sus pobladores todas las ventajas necesarias como para compensar la dificultad de su acceso, dadas las fantásticas defensas naturales conformadas por los afloramientos rocosos así como la abundancia de agua ofrecida por un manantial perenne que brota al pie de estos bordes rocosos.
En la Silla del Papa hay que marcar dos zonas claramente diferenciadas. Uno de ellas, situada en la parte más elevada, caracterizada por abundantes restos de las viviendas de planta rectangular, algunas de ellas con varias habitaciones. Los habitantes de entonces aprovecharon sabiamente la propia orografía del terreno con abundancia de salientes y paredes rocosas que adecuaron para sus viviendas. Características son las escaleras labradas de esta zona.
La segunda zona concentrada varias decenas de metros más hacia la ladera suroeste, revela un periodo más moderno, encontrándose en un diseminado plano, viviendas de plantas cuadradas o incluso circulares de unos tres metros de diámetro compuestas en dos hileras de sillares bien labrados.
El resto de los vestigios antiguos de la zona D se encuentran al norte de dicho muro. Pertenecen a media docena de edificios disgregados que ocupan, sin un orden aparente, la parte más plana de la terraza. Todos poseen muros potentes, con anchuras que oscilan entre 60- 70 cm para los más estrechos y 80-90 cm para los más anchos. Estas unidades murarias están construidas a hueso, sin mortero alguno, y con sillares de gran tamaño. Estos bloques colocados de forma vertical, en los que la parte superior se encuentra a menudo retocada en forma de bisel, formaron en su mayoría parte de las jambas de las puertas, pero otros apuntan a una utilización distinta, para dotar de consistencia a los muros, siendo colocados como pilares para tratar de evitar lo que se viene llamando «efecto dominó»
Las investigaciones que se llevan a cabo desde 2014 ha revelado la existencia de una iglesia de la Alta Edad Media asociada con un hábitat de altura aún muy poco conocido.
De tamaño pequeño, tenía una nave rectangular de 10 x 6.50 m extendida hacia el este por un ábside cuadrangular oblongo de 3.50 x 4.90 m, y edificios anexos al norte y al sur. El altar, desaparecido, estaba sostenido por un pilar central que contenía un relicario. Se han descubierto varias tumbas dentro de la nave. La fundación de esta iglesia está supuestamente vinculada a la actividad benevolente del obispo de Asidonia, Pymenius, a mediados del siglo VII. Su ocupación continúa en el período Emirato, para uso doméstico ahora, antes de su abandono final en el siglo VIII o IX
La Cantera Romana
La propia orografía natural que envuelve las diferentes zonificaciones estudiadas por los expertos en el Oppidum Bastúlo-Púnico, revela de igual forma que el entramado de hileras rocosas ofreció y garantizó a los habitantes del lugar el aprovechamiento de la materia prima, las rocas areniscas para construir sus viviendas. En la zona más elevada son fácilmente indentificable los lugares utilizados como canteras. La composición calcárea del entorno de la Silla del Papa está fuera de toda duda y la propia ciudad romana de Baelo Claudia así lo testimonia. Pero los romanos no tuvieron que subir hasta la cota elevada del Oppidum, pues una decena de metros más abajo, junto al mar, existe una cantera donde hasta al menos el siglo IV fue el abastecimiento de roca arenisca y caliza, la denominada ‘piedra jabaluna’ que fue utilizada para los muros, losas de calles, peldaños de escaleras y umbrales de puertas. También la piedra calcarenita, más conocida como piedra ostionera, utilizada en los elementos sustentantes como apeos, jambas, columnas y tambores. Una cantera la de Sierra de Plata situada en la vertiente marítima que va desde la duna del Anclón hasta la batería de costa de Punta Camarinal. Se trata de una formación de roca sedimentaria del Mioceno. Siglos después de su abandono como abastecimiento calcáreo podemos reconocer los cortes en la roca y las señales inequívocas de trabajos como sillares amontonados y escombros abandonados por los canteros.
Se cree que el transporte de los grandes bloques de piedra que dieron forma a Belo Claudia eran bajadas a las cercanas plataformas marinas y cargadas en barcazas que transportaban la pesada carga hasta la ciudad, en lugar de hacerlo por tierra, un ejercicio mucho más duro y menos práctico.
Conjunto dolménico de las Canchorreras
Otro especio testimoniar del devenir de civilizaciones que nos visitaron y marcaron nuestra forma de vivir, es el conjunto dolménico de las Canchorreras. En la ladera oeste de la Sierra Plata se encuentra este conjunto dolménico de extraordinario valor e interés, pues algunas de estas construcciones funerarias prehistóricas formadas por lo general por la interposición de dos pilares rocosos sobre el que a forma de tejado descansa otra roca de similares características. Los monumentos funerarios están acompañados de tumbas antropomórficas excavadas en las rocas. Estas tumbas, de época prehistórica son fácilmente identificables en otros espacios singulares, como las del Betijuelo, el propio acceso por carretera a la Silla del Papa o la necrópolis de los Algarbes que se encuentra en las proximidades de la ensenada de Valdevaqueros.
La Cueva del Moro
El recordado Lothar Bergmann, fue uno de los máximos impulsores del estudio y protección del denominado Arte Sureño. Antes de su fallecimiento, el ‘tarifeño nacido en alemnia’ recorrió todo el entorno de Bolonia, Valdevaqueros, Sierra de Fates y otros enclaves, localizando, e identificando más de 90 abrigos con pinturas rupestres que ha legado a las generaciones venideras como auténtico ‘Santuario Paleolítico’ en el que la Cueva del Moro, es su máxima expresión.
Localizada en la pared rocosa de las lajas más al suroeste de Sierra Plata, en su interior, protegido por un cerramiento de hierro, se encuentran grabados de caballos, junto con otros signos y pinturas rupestres de color rojo. Las figuras más antiguas tienen una edad de 20.000 años (Solutrense) y son incluso más antiguas que las pinturas rupestres de bisontes de la mundialmente famosa Cueva de Altamira.
Desde la cima de la montaña más alta del lugar, vestigios y vestigios milenario inscritos en las rocas de una montaña que mira al mar y a la campiña y construye el futuro en fuertes cimientos del pasado.