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"Siempre rebobinadas". Los videoclubs de Tarifa

Con este singular reportaje sobre los antiguos videoclub que florecieron en a finales de los años 80 y tuvieron su apogeo en los 90 iniciamos una serie de artículos que bajo la denominación 'Tradición oral' contará con la inestimable colaboración del historiador del arte, Francisco Javier Terán. Esperamos que os guste esta nueva sección.

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El María Luisa regentando el videoclub Dakota ubicado en la calle Tajo/JJ Quintero
"Siempre rebobinadas". Los videoclubs de Tarifa

 

Aunque ahora os parezca mentira hubo una época en Tarifa en la que, durante un breve paseo podías cruzarte con varios videoclubs. Deseábamos que fuese viernes a la tarde o mejor aún, sábado por la mañana para poder alquilar la cinta de video más novedosa y poderla entregar ya el lunes por la mañana.

En los ochenta y noventa, los videoclubs eran “unos espacios que se convirtieron en verdaderos centros sociales, casi como los bares, los futbolines o las antiguas barberías, en los que la mayoría de los diálogos giraban en torno al cine”.

 

El videoclub se convirtió en todo un pelotazo.

Montar un videoclub además de estar de moda, llegó a ser incluso rentable. Surgían con tanta fuerza que aquella revolución parecía que había llegado para eternizarse. Nadie a finales de los años ochenta, podía imaginar que dos décadas después todo aquel imperio de las cintas de alquiler se iba a derrumbar como un castillo de naipes hasta que la industria quedó relegada a principios del siglo XXI a franquicias. 

En el videoclub no todo es instantáneo ni está asegurado y es que las apariencias engañan. Encontrar la película que buscas y que no se la hubiera llevado otro era una de las grandes recompensas por llegar en el momento oportuno. Así que entre ir a cazar la peli y verla después ya pasabas la tarde.

En estos fascinantes locales decorados con los carteles de los mejores títulos cinematográficos, podías pasar el rato mirando las carátulas de las cintas VHS o Beta. Vistas desde hoy, parecen restos arqueológicos. Los más jóvenes probablemente, ni siquiera sepan a qué me refiero. Las personas que sí las conocieron se tomaban muy en serio la obligación de rebobinarlas antes de devolverlas.

Ir al videoclub para alquilar una película suponía todo un ritual

Debías de acordarte bien de entregarla rebobinadas. Que no pasasen más de 24 horas, a no ser que fuese fin de semana. Y de presuponer cuando entraría la cinta tan buscada. De hecho, algunos ejercieron de verdaderos detectives, y si sabías que “fulanito o menganito” la tenían, lo llamabas y quedabas con él para ir a entregar la cinta y poder cogerla tú.

Películas como Rambo, Desaparecido en Combate, Comando, Rocky, En busca del arca perdida o Indiana Jones en el templo maldito, Los chicos del maíz, Tiburón, Karate Kid, The Goonies, Posesión infernal o Poltergeist hicieron las delicias de toda la familia, porque sin quererlo nos unió a todos frente a un televisor.

La fiebre fue aumentando año tras año y no había barrio en Tarifa donde no convivieras con al menos un videoclub. De hecho, algunos bares o negocios reconvirtieron el establecimiento y hubo familias que viendo la prosperidad emergente montaron su propio videoclub familiar que servía para meter un sueldo más en las casas.

Recordamos uno de los más antiguos, allá por 1981 en la calle Colón, ubicado en lo que fue la antigua tapicería de Quijano y que se llamaba “Videoclub Punta Europa” y fue regentado de Luis Hoyos.

En el Retiro, en la barriada Jesús Nazareno, lo que ahora es el local de Cáritas, muchos recordareis el videoclub tan grande donde estaba José María Muñoz, “Pepe el cartero”, y cuyo videoclub familiar estuvo también cerca de la estatua del general Copons y  frente por frente a correos.

En la calle San Francisco, recordareis la tienda de Radio Serrano y que durante muchos años se subió a este tren y a este boom adaptando toda una instancia anexa a la tienda para colocar las películas.

Bajando la cuestecita que te lleva a Cardenal Cisneros, estaba el videoclub “Hollywood” de Raúl López Tamayo y frente al Tutti, en plena Huerta del Rey también hubo otro.

El de Eduardo, en la Calle San Casiano, lo que es actualmente la “Tetería”. El de Bernardo, en la calle Agustín Segura que luego pasó frente al cuartel de la Guardia Civil y que fue uno de los últimos en desaparecer; “el Séptimo Arte” que tenía películas independientes; El de Juan Gálvez, en la calle San Rosendo y el de Ramón frente por frente a la pastelería la tarifeña, en plena calle de la Luz y que muchos recordarán porque fue antiguo escaparate de “Romero” o antiguo “bar Cádiz”. Todos estos videoclubes cerraban por completo la lista de dónde buscar la peli deseada y que no fuera lejos del casco antiguo. Porque ya en el barrio fuera, había también dónde elegir.

Si nos íbamos a batalla del Salado había dos. Uno a la altura del kebab y otro cerca de la casa de los Pérez, “videoclub 49” de Pepe Santa María. En la barriada Virgen del Sol (comerciales) justo al lado de la tienda de Pruden había otro que era del padre de Virginia Segura Cruz, cuya peculiaridad de las caratulas de las cintas se distinguían muy bien, al ser verdes y tener un sol grande en el centro y sus letras bien doradas.

Ya cerca del bar el Grifo, subiendo la cuestecita, el videoclub Moreno y en la “Ria” el de Ángel Medina, cerca de la que hasta entonces fue la tienda de ultramarinos que compartió con su mujer, su hermana y su cuñado Antonio.

Uno de los más alejados, pero para mí el mejor, ya que tenía grandes novedades, me refiero al mítico videoclub “Dakota”, de José Quintero y de su mujer, María Luisa que te atendía siempre con una bonita sonrisa.

En la calle Manuel Reiné, en el local de Silvia Pérez, donde ahora está la tienda de electricidad de Juan Serra también hubo otro que amplió a finales de su tiempo su oferta con juegos de alquiler de play. Con la peculiaridad, que fue quizás el último de los videclub vivos, que además contaba con un dispensador de cajero automático que permitía alquilar o entregar las películas cuando el establecimiento permanecías cerrado

 

Seguramente se me escaparán algunos de aquellos comercios. Y pido disculpa pero he intentado tirar de memoria y colaboración. Especialmente gracias a las personas que me han cedido fotos, a Cristian Triviño Muñoz por su foto del videoclub del Retiro y a Juan José Quintero por su foto del videoclub “Dakota”. Especialmente gracias a todas aquellas personas que habéis completado los nombres a través de mi página personal del Facebook y que me ha servido para elaborar este pequeño trabajo de tradición oral.

Mantener viva nuestra memoria nos enriquece aún más como municipio.

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