LOS AGENTES DEL CUERPO NACIONAL DE POLICÍA SE CONVIERTEN EN EL PRIMER FILTRO DE ENTRADA A LA PENÍNSULA PROCEDENTE DE ÁFRICA
Los guardianes de la puerta del Estrecho
El Inspector Jefe, Fran no deja de resaltar el trabajo desarrollado por sus hombres. Y es que en cada uno de los ocho turnos asignados al control fronterizo y durante cada uno de los 365 días del año, un total de 11 agentes realizan variopintas tareas relacionadas con la vigilancia y la seguridad, no solo del puerto, sino por extensión de toda la península. Tarifa es la puerta de entrada y ellos sus guardianes.

Era raro hace no más de 30 años encontrar un uniforme de la Policía Nacional en el puerto tarifeño. Poco a poco las necesidades fronterizas obligaron a mantener una presencia policial en el recinto portuario que ha ido experimentando un crecimiento exponencial en virtud a las demandas de seguridad. Sobre todo cuando en el 2003 se certificó el nombramiento del Puerto Fronterizo Marítimo Exterior de Tarifa, con categoría Schengen y por tanto, mientras que las fronteras interiores caían, el puerto de Tarifa se consolidaba como el único control fronterizo, además claro está de la proximidad del África cuyas cumbres de la cordillera Atlas parecen una continuidad geográfica del viejo continente.
Es por eso, por lo que apenas de una docena de agentes en los inicios de la presencia del Cuerpo Nacional de Policía en el puerto tarifeño, se ha pasado a una unidad adscrita con 59 policías de escala básica, 4 oficiales, 2 subinspectores, y un Inspector Jefe de Puesto, que conforman una plantilla de 66 efectivos totales, que son el primer filtro de entrada a la península procedente de África.
El Inspector Jefe, Fran no deja de resaltar el trabajo desarrollado por sus hombres. Y es que en cada uno de los ocho turnos asignados al control fronterizo y durante cada uno de los 365 días del año, un total de 11 agentes realizan variopintas tareas relacionadas con la vigilancia y la seguridad, no solo del puerto, sino por extensión de toda la península. Tarifa es la puerta de entrada y ellos sus guardianes.
El trabajo de un policía de frontera se puede dividir en dos patas más que importante. Por un lado el control de identidad del pasaje, y por otro el control de vehículos. Esas patas dan para mucho. Así, desde las identificaciones de personas, hasta el control e interceptación de droga -fundamentalmente hachís procedente de las plantaciones norteafricanas- Una tarea nada fácil, pues la pujanza del puerto tarifeño le ha hecho consolidarse como el tercer puerto en España en volumen de pasajeros y vehículos. Así el pasado año se cerró con el paso total de 1.278.069 personas, 160.068 más que el año 2012. Los vehículos que cruzaron la frontera marítima se contabilizaron en un total de 247.519, 57.850 más que el año anterior.
Al frente de este operativo humano y técnico, empleado para ello algunas de las infraestructuras técnicas e informáticas de última generación, aunque luego un agente tenga que meter medio cuerpo dentro del motor del autobús linterna en mano, se encuentra Francisco García, joven inspector, pero que denota una formación continuada e impecable para el desempeño de sus funciones que no son pocas.
Los delitos e infracciones que los agentes evitan van desde el tráfico de estupefacientes, hasta el tráfico humano en lo que está tipificado como un delito contra el derecho de los trabajadores extranjeros. Y es que no es raro inspeccionar un vehículo, sea turismo, furgoneta, camión o autobús, y que en ellos los agentes encuentren ocultos a uno o más seres humanos con la intención de entrar clandestinamente en la península para poder dirigirse a destinos soñados en los que encontrar una vida mejor y culminar sus sueños y esperanzas. Francisco García, tuerce el gesto y dibuja una fastidiosa sonrisa. Y es que a pesar de su continuada formación y experiencia, no deja de sorprenderse cuando entre el motor de un coche, u ocultos en un falso fondo, techo, o incluso bajo la tapicería de los asientos, se esconde medio asfixiado una persona. El asunto adquiere tintes trágicos cuando la persona en cuestión es un menor. “Es lo más duro, -asegura Fran, que por otro lado reconoce que poder ayudar a un menor u otra persona que está a punto de perecer asfixiado, es quizás el trabajo más gratificante que pueden desarrollar- abrir el motor de un vehículo y ver un brazo cubierto de grasa, o la cara lastimera de una criatura de no más de 12 años, es algo a lo que alguien ni puede acostumbrarse ni puede ser esquivo al drama humano de la inmigración. Luego está el hecho de que gracias al trabajo de la Policía, ese niño o esa persona, haya salvado la vida o no caiga en una red de personas”.
El tráfico de seres humanos es constante en el puerto y no solo se realiza a través de los vehículos. Los entresijos mecánicos de los ferries que realizan en enlace marítimo, suele ser un buen escondrijo para burlar la vigilancia. El problema es que cuando van llegando al puerto, pero antes de que el buque entre en él, se lanzan al mar y ganan la escollera con el consiguiente peligro que los grandes bloques de hormigón y el oleaje conlleva. “El drama de la inmigración es un auténtico drama, pero nosotros tenemos que cumplir con nuestro trabajo”, explica el inspector García, que apunta a que el trabajo policial no se limita exclusivamente al interior del puerto. “Cuando llegan los ferries, no solo vigilamos la bajada de pasajeros, sino que además mantenemos una vigilancia perimetral del recinto portuario, ya que a menudo, los polizontes clandestinos se lanzan al mar antes de que el barco atraque”. Y es que más a menudo de lo que al inspector y sus hombres les gustaría, los servicios perimetrales se saldan con la intercepción de inmigrantes, menores en una gran mayoría, algunos de los cuales son devueltos a Marruecos y otros, los menores son conducidos a centros de acogida de la comarca, donde muchos de ellos permanecen hasta su mayoría de edad o hasta que algún familiar les reclama.
Tampoco son pocas las personas que intentan el paso clandestino, pero falsificando documentación. Se trata de una infracción administrativa que suele acabar con la interceptación de la persona, y su devolución en el siguiente ferry hacia Tánger. En algunas ocasiones, la misma persona, regresa por la tarde, con la documentación precisa. El día de la elaboración del reportaje una mujer aguardaba la llegada de un ferry para regresar a Tánger. Un caso curioso según relataba el máximo responsable del puesto fronterizo, ya que la mujer viajaba con tres documentos diferentes de hasta tres personas diferentes. Difícil de conseguir su propósito con el celo, profesionalidad e intuición de los agentes.
El pasado año hubo un total de 259 denegaciones de entrada y un total de 81 documentos de identidad intervenido por ser falsos o no corresponder al individuo que intenta entrar en la península. Algunos de ellas derivó en algunas de las 609 detenciones practicadas por los agentes, 128 más que las registradas en el 2012.
Pero a pesar del componente humano, no se puede bajar la guardia y el tránsito constante de personas en ambos sentidos tiene un com0ponente peligroso. “La confianza te mata y debes de estar alerta siempre, porque si la frontera la cruzan gente que quiere una vida mejor, también lo hacen reclamados por la justicia. En ocasiones delincuentes muy peligrosos”, apunta García que recuerda la detención el pasado año de dos presuntos delincuentes a los que se les buscaba por su implicación en el homicidio de un policía en Limoges (Francia). Un hecho que le sirve al inspector para resaltar como “valiosa y ya imprescindible” la colaboración internacional entre diferentes cuerpos de seguridad. Francisco García resalta además que dichas colaboraciones contribuyen en gran medida a la mejora de la formación policial y por ende a la propia eficacia del mismo.
Las colaboraciones se extienden con otras plantillas de grupos especializados y comisarías de todo el país, hasta con otros cuerpos internacionales mediantes acuerdos suscritos con sus gobiernos como son el caso con agentes de Francia, Bélgica, Corea del Sur, Canadá o Estados Unidos.
La colaboración policial entre distintos cuerpos se hace crucial sobre todo en lo relacionado con el narcotráfico. Y es que la mayoría de las detenciones estuvieron relacionadas con el tráfico de hachís. En todo el servicio policial, la “intuición” juega un papel importante, pero en la detención de droga, juega una notoria importancia. La intuición es clave, porque a diferencia del puesto de la Guardia Civil, que constituye el segundo filtro de entrada en la península, la unidad de la Policía Nacional adscrita al puerto no cuenta con el servicio cinológico, y las intervenciones y hallazgos de droga se realizan por pura intuición, registros exhaustivos o casualidad. Un gesto, una mirada esquiva, una sudoración excesiva pueden activar las alertas de los agentes y descubrir el ‘pastel’. Desde camiones repletos de hachís camuflados en frutas, hasta vehículos adaptados y modificado en todo su interior para convertirlo en un almacén oculto de “chocolate”. Luego están las personas, desde quién sorprendido con algo de sobra del hachís consumido durante su estancia en el país vecino, y que suele acabar en la interceptación y en ocasiones en una infracción, hasta quienes hacen de su organismo un depósito para las bellotas o las adhieren, forrándose literalmente de hachís el cuerpo. Los primeros es en boca de Fran García el servicio más desagradable. “Detectar a un culero implica que tienes que esperar a que defeque y limpiar y contabilizar la droga. Realmente es algo muy desagradable”, señala el inspector jefe, antes de al sonar de la sirena, recoge la gorra y cazadora y se dirige al exterior del muelle mientras el ferry atraca. La rampa se abre y junto a otro agente, Fran vigila atentamente el tránsito de personas y vehículos. Muchas de ellas les saludan, otras aceleran el paso y esquivan la mirada pues para muchos su sola presencia intimida.
El pasado año las cifras de hachís incautado por la Policía descendió considerablemente respecto al año 2012. Así de los 335t kilogramos detectados en la frontera el pasado año, el 2013 se cerró con un total de 117 kilos intervenidos. Las causas pueden explicarse por la efectividad del control policial o en la propia capacidad de los narcotraficantes de burlar el cerco policial.
El inspector del puerto fronterizo no deja de apuntar a la formación continua como la base de un buen trabajo policial. Fran García, señala que a diferencia de épocas pasadas la profesionalización de los cuerpos de seguridad, constituye un pilar principal para los máximos responsables y para los propios agentes. Así, resalta la impartición de cursos y operaciones en el extranjero, en países como Grecia, Rumanía o Eslovaquia, y como ello supone un aporte e intercambio de experiencias y conocimientos “que confiere gran efectividad al servicio policial y moderniza el cuerpo, además de sellar grandes contacto que nos sirven en nuestro día a día en el desempeño de nuestro trabajo”. Sobre los medios materiales, el inspector señala a los sistemas electrónicos, lectores ópticos o el ‘Docubox’, un sistema informatizado que facilita y da efectividad a la vigilancia y control policial.
La pujanza del puerto tarifeño obliga a las autoridades a incrementar la dotación humana y los materiales para dar cobertura a la enorme avalancha de vehículos que cruzan a diario el Estrecho. Y es que según apunta García, “del 15 de junio al 15 de septiembre el puerto experimenta un crecimiento que obliga no solo al incremento del operativo, sino al incremento y esmero de nuestro trabajo para dar respuesta a un servicio que no tiene que complicar el tránsito de las personas, sino garantizar la seguridad tanto para quienes viajan, como para los ciudadanos que permanecen en ambos lados del Estrecho”, señala García. Y es que la conexión entre Europa y áfrica a través de la ciudad de Tánger, han incrementado en más 30% más con respecto al año anterior, el tráfico de vehículos y de pasajeros, superando también los registros de 2008 -hasta ahora su mejor ejercicio-. Este importante crecimiento le ha llevado a remontar un puesto en el ranking peninsular, situándose sólo por detrás del de Algeciras y ha obligado a mejorar, dotar y atender la puerta de entrada a la península y para ello, al frente de esa vigilancia los mejores guardianes, el cuerpo de la Policía Nacional.
Juventud , constancia y profesionalidad para la modernización del servicio
Al frente de la plantilla de la Policía Nacional se encuentra Francisco García, quien con tan solo 37 años en sus espaldas responde al perfil necesario para comandar a un grupo de profesionales cuyo desempeño de sus tareas no es solo nsu obligación, sino una garantía de protección.
Natural de Asturias, concluyó sus estudios en la Academia General de la Policía Nacional en el año 2004. Tuvo como primeros destinos la Comisaría Provincial de Soria. Tras pasar dos años más en Ávila, pasó un periodo de prácticas en Oviedo en la Jefatura Superior de Asturias, para en abril del año 2012 acabar en Tarifa, en el puesto fronterizo que subraya, “todo trabajo policial enriquece, pero esto es muy específico” refiriéndose a la idiosincrasia no solo del trabajo, sino de una zona fronteriza.
Fran se siente como pez en el agua y seála que bajo su mando se intentará estar en continua formación, y destaca el trabajo de todos y cada uno de sus hombres, a los que intenta cada día inculcar la “gran responsabilidad que tenemos”. “Les doy confianza y exigencia a partes iguales”, señala el joven inspector que apunta a que les dice, “cuando tengáis problemas en el trabajo pensad que yo siempre estaré detrás. Aprendo mucho de mis hombres cada días”, señala en clara alabanza que no oculta pues es partidario de que “las felicitaciones se valoran y son importantes. Además hay que hacerlas en público, las broncas en privado”.
Dejamos Al Inspector enfrascado, junto a sus hombres en el control de vehículos, registrando los coches, pero con amabilidad y sin intimidar a los conductores que les devuelven el simpático saludo del máximo responsable policial del puesto fronterizo, del que destacamos a modo de epílogo una frase: “Algo se estará haciendo mal, cuando ves a un menor escondido en el motor de un autobús”.