Lidia Asencio Moreno. El valor de una víctima de violación ante la indefensión de una Justicia injusta. “Solo quiero que la Justicia sea justa”
El TSJA acaba de rebajar en más de tres años la pena al hombre que la violó y agredió, su ex pareja y padre de su primer hijo que continua en libertad con una orden de alejamiento

Lidia Asencio Moreno era una joven madre de 34 años con toda una vida repleta de satisfacciones por delante. Sin embargo, desde hace seis años, la vida se truncó y desde entonces vive una pesadilla de miedo y terror, causada por la violación y agresiones que sobre ella cometió su ex pareja y padre de su primer hijo.
Aquella fatídica noche la joven relata que su ex irrumpió en la discoteca donde se encontraba con un amigo y comenzó a agredirles. Todos (el violador condenado, su primo, ella y su acompañante) fueron expulsados del local por el servicio de seguridad de la discoteca. Una vez fuera, donde lo acompañó también la mujer, el violador condenado le pidió hablar con ella sobre su hijo en común, por lo que accedió a montarse con él en el coche de su primo, que previamente le había dejado las llaves. Craso error, “en ese mismo instante comenzó (según siempre el testimonio de la víctima) a golpearme llegando a aturdirme. Lo aprovechó condujo por un carrill cerca del Santuario de la Luz y fue allí donde me propinó la paliza y me violó”, testimonia la joven.
Tras consumar la violación y agresión el hombre la volvió a meter en el coche y la dejó en una calle de la localidad cercana a su vivienda. La víctima fue trasladada por familiares a un centro hospitalario donde fue atendida de las numerosas heridas.
Los agentes de la Guardia Civil procedieron a la localización y detención del entonces presunto, hoy condenado autor A.J.E.A., de 41 años (entonces contaba con 36) y vecino de Bolonia, decretando la Autoridad Judicial prisión sin fianza. Las argucias legales propiciaron que sólo pasase en prisión 9 meses tras los cuales salió con una orden de alejamiento. Y aún sigue en libertad, a pesar de que en febrero del año pasado la Audiencia Provincial de Cádiz le condenó a un total de 13 años de prisión, tres años y medio de prisión por un delito de lesiones, nueve años por violación y un año y tres meses por amenazas. Dicha sentencia fue recurrida por la defensa alegando vulneración de la presunción de inocencia y error en la valoración de las pruebas, además de apuntar a dilaciones indebidas en el proceso.
Pues ahora, cuando asistimos a una horda de agresiones y violaciones sin precedentes en nuestro país, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha rebajado la pena a dos años y medio por el delito de lesiones, siete por agresión sexual y nueve meses por amenazas, argumentando que “el indebido mantenimiento de la instrucción durante casi dos años y medio después de haber terminado el plazo ordinario legalmente previsto para la misma, debe dar lugar a la apreciación de la circunstancia invocada”, por lo que finalmente la pena queda rebajada a dos años y medio por el delito de lesiones, siete por agresión sexual y nueve meses por amenazas.
“La víctima parece él y yo la culpable”
Esta rebaja de la pena al violador, después de seis años esperando, confiando en la Justicia, con miedo a salir a la calle mirando hacia atrás y teniendo que acudir varias veces al Juzgado o verse rodeada de patrullas policiales en su trabajo porque el dispositivo colocado en el cuerpo del violador dejaba de estar localizable, “es incomprensible y hace que él parezca la víctima y yo la culpable”, lamenta Lidia que no entiende “que culpa tiene ella de que la Justicia tenga tantos fallos y este proceso se haya dilatado en el tiempo, para ahora verse perjudicada con una rebaja que a quién favorece es a su violador (al que por cierto le abrieron una causa por posesión de armas)”.
La joven -que ha necesitado, y necesita de ayuda sicológica desde entonces- que ha rehecho su vida con su actual pareja y tiene otra hija pequeña, se cuestiona “si ha valido la pena denunciar. Me siento totalmente desprotegida. Si llego a saber esto no denuncio”, confiesa la joven que narra unos años que han sido todo un infierno que le han condicionado la vida. “Cuando me enteré que él vivía en Algeciras, tuve que dejar el curso, creía que estaba cerca, me daban ataques de ansiedad”.
Lidia asegura que tiene la necesidad de hablar, de contar lo que le ha ocurrido a ella. Que le puede pasar a cualquier otra mujer y que “no hay derecho a sentirnos tan desamparadas”. Quiere que su historia sea oída y quiere “solo deseo que la Justicia sea justa”, concluye.