Por Juan A. Criado Atalaya
El recordado Padre Troya, junto al autor de este artículo, Juan A. Criado Atalaya/JACA
Ayer día 13 de agosto nos dejaba Antonio Troya Magallanes, el recordado ‘padre Troya’, a los 96 años de edad, dejando un testimonio y legado merecedor de recordarse.
Conocimos a Antonio Troya Magallanes en el comienzo del presente siglo, cuando la situación de Barbate era preocupante: la crisis económica azotaba al pueblo y lo llevaba un callejón sin salida. En aquella fecha, colectivos sociales, políticos, sindicatos, se unieron en una plataforma. Antonio Troya Magallanes, un sacerdote septuagenario, aún guardaba fuerzas para ponerse al frente de las demandas de Barbate. Fue ahí donde entablamos amistad con él, coincidiendo en la defensa de Barbate y especialmente de los sectores más castigados por la crisis económica y social que sufría el pueblo. Antonio traía un amplio currículum de un sacerdocio comprometido con los más débiles y evangelizador hacia los demás.
En las conversaciones y encuentros que hemos mantenido en todos estos años, hemos hablado de muchos temas, porque Antonio era una persona preocupada por el mundo que le tocó vivir. Pero, especialmente, rememoramos su paso por Tarifa, donde aún perdura su huella tanto en las personas que lo conocieron como en su obra social. De hecho, Troya tuvo especial importancia en socorro social tras la ‘Ria del 70’ que dejó muchos damnificados. Antonio se ofreció al alcalde y desde la parroquia organizó con unos chavales la distribución de la ayuda que llegaba al municipio. Su alianza con el Consistorio no sirvió para disminuir la animadversión que el entonces gobernador militar de Algeciras (enemigo acérrimo) le tenía, Al susodicho, no le gustaban nada sus homilías ni su manera de conducirse en la parroquia. La Guardia Civil acudía a oír sus sermones y las denuncias se sucedían. La última vez que Antonio recuerda haber comparecido en el Juzgado fue por pedir al obispo que no llevasen a Franco bajo palio, por opinar que eso era un escándalo (tal y como reconoce en este artículo que le dedicó el Diario de Cádiz en el 2015).
A finales de los años 60, Antonio, reivindicaba la defensa de los sectores sociales tarifeños más vulnerables. Sus homilías tenían un claro componente de reivindicación social y tanto es así que los poderes de la dictadura mandaban a las misas al servicio de información “para ver si el cura decía algo inapropiado”. Posiblemente, esto hizo que desde entonces dejara escritas todas sus homilías. Un día Antonio nos entregó dos CD con todas sus homilías donde, por supuesto, estaban las de Tarifa. Fue un honor y un privilegio que nos hiciera partícipe de ellas y mucho más que aceptara el que se realizara un artículo sobre las que escribió estando en Tarifa. Preparar el artículo llevó horas de conversación, consultas de datos que cada vez reflejaban más la personalidad de Antonio.
Antonio, rozando ya los 90 años, vino a la presentación del artículo en la revista del ayuntamiento Aljaranda. Por la mañana paseó y visitó las iglesias del pueblo y se le veía en su rostro la satisfacción de hacerlo. En el acto, celebrado en la Casa de la Cultura por la tarde noche, pudo saludar a viejas amistades tarifeñas, entre otras Mercedes Reyes y Mercedes Montano, así como a las autoridades locales. En cierta forma, fue, ese reconocimiento institucional tan merecido y que, quizás por posicionarse como lo hizo, no llegó nunca. No olvidemos, que tal fue la presión de los poderes políticos de aquella fecha, que Antonio tuvo que abandonar Tarifa eso sí dejando como legado material las casas las conocidas como “las casas del Cura” en la calle Parra (que quizás debería de llevar su nombre) y como legado inmaterial el cariño y el aprecio de muchos niños de los campos tarifeños que iban al Santuario de la Luz para ser atendidos por él y el de familias de marineros a los cuales ayudó.
Si hubiera que poner un calificativo a su persona, uno de ellos podría ser el de la integridad y posiblemente por esa integridad, en todos los pueblos y ciudades en los que estuvo, se ganó el respeto y el aprecio de todas las personas creyentes y no creyentes.
D.E. P. Antonio Troya Magallanes.