De las festividades veraniegas, el Carmen es, sin duda, la más arraigada en los pueblos costeros. Los estudios hablan de la reminiscencia de que el culto a la diosa Isis (diosa egipcia) se transmitió por el Mediterráneo y, aunque en sus orígenes tenía que ver sólo con las aguas del Nilo, “acabaría convertida en protectora de la navegación, en auxilio de marinos y náufragos”. Y por ello, sirvió de guía a los navegantes y gente de la mar. Los griegos y romanos la asumieron entre sus deidades, de tal forma que las fiestas conocidas como navigium isidis consistían en una procesión con música y danza hasta llegar a la costa y embarcar a la imagen, dando comienzo simbólicamente a la temporada de navegación. Quien se pueda sentir interesado por el tema puede leer el artículo de la profesora Elena Muñiz Grijalbo “Isis, diosa del Nilo, y el mar”, en el cual podemos leer que “su poder sobre el mar (fue) lo que consolidó la fama de Isis en lugares tan alejados de Egipto como la pequeña ciudad de Baelo Claudia”, describiendo posteriormente la importancia del templo de Isis en esta antigua ciudad romana.
Así pues, Tarifa, donde también hay restos de la presencia púnica y romana como pueblo costero, ha debido estar íntimamente relacionada a esta festividad. ¿Quién quita que esto no haya sido así desde que se asentaron en estas tierras sus primeros habitantes? Tarifa en su vasta extensión de su término municipal es mar y campo, pero como núcleo urbano es un trozo de tierra que se adentra en el mar dando su mano al continente africano.
Desvincular el mar de nuestras raíces antropológicas es desconocer, en cierta forma, qué es Tarifa y su gente, porque el mar forja voluntades y carácter, hace ver las cosas de otra manera al cotidianizar lo efímero de esta vida, nos lleva a un carpe diem que supone mucho más que vivir el momento. Y quizás, por ello, esa necesidad de la gente de la mar de sentirse protegidos ante el mar: ese poderoso mar que da riqueza con sus frutos, pero que, de vez en cuando, da los zarpazos más grandes que puedan ser sentidos.
El Carmen en Tarifa ha sido y es una festividad muy arraigada en buena parte de la población. De niño me encantaba que llegara esta fecha, suponía que empezaban los baños (hasta no estar bendecidas las aguas no se solía ir a la playa), nos gustaba ver cruzar el puerto a nado, la gente más atrevida se subía a la cucaña, por las calles la chiquillería cantaba eso de “a la virgen del Carmen le han hecho un manto,…” y otros muchos recuerdos que hacían de esa fecha un día especial. Por supuesto que estaban los actos oficiales, pero esos como casi siempre estaban reservados para unos pocos y no formaban parte del ADN del pueblo, aunque quien más y quien menos se la ideaba para entrar en la Estación Naval y tomar un refresco. Eran otros tiempos.
Ahora las playas no se cierran en casi todo el año. Las diversiones que se buscan en Tarifa tienen mucho que ver con el mundo de la noche y poco con una cucaña. La pesca como actividad económica no es tan rentable como años atrás con los voraces y cada vez es más difícil ganarse la vida en este sector. Pero esta festividad permanece y debe permanecer como seña de identidad de un pueblo que fue en buena medida marinero y hoy parte de su gente quiere seguir siéndolo. Desde estas páginas de Tarifa al Día, felicitaciones en el día del Carmen a quienes celebran su onomástica y a quienes buscan en ella la protección de los peligros del mar.