Desde la atalaya. Tiempos modernos

Una urna vacía en una de las mesas de un colegio electoral de Tarifa/Shus Terán

Quizás lo que más haya sonado esta semana en los distintos medios de comunicación sea el resultado de las elecciones europeas. Como siempre, cada cual intenta arrimar la ascua a su sardina y poco queda de un análisis real de por qué pasan las cosas. Desde la distancia, desde la punta más meridional de Europa, el análisis de estos resultados puede equipararse en algunos aspectos a los hechos a nivel general pero también habría que tener en cuenta la singularidad.

Elementos coincidentes con el resto del estado es el referido a la baja participación. Tres ideas muy simples sobre este tema. En Tarifa, la abstención es muy similar a la de otros pueblos vecinos como Los Barrios o Vejer (por poner ejemplos de dos comarcas distintas), es decir por encima del 60%, aunque de estos tres es el más elevado con un 63,52%, o lo que es lo mismo: tres puntos por encima de la provincia de la media de Cádiz y casi 9 puntos más que la media de Andalucía y 13 puntos más que la de España.

En segundo lugar, hay un aumento de la abstención con respecto a las elecciones europeas de 2019 de cerca de 23 puntos; es decir, se podría entender que hay una mayor desafección de la política que hace 5 años.

Por último, y referido a la abstención, y, aunque sabemos que siempre es más alta en este tipo de elecciones, la gente que se ha quedado sin ir a votar es casi el doble de las que lo hicieron en las últimas municipales. Quizás crean que lo que se trata en Europa no les afecta.

Veamos qué ha pasado con respecto al reparto de votos. En este sentido, igual que en la abstención, nada se aleja de lo establecido a nivel general. Una disputa entre PP y PSOE que, en este caso, ha ganado los conservadores que, aunque sólo han subido unos 300 votos, la alta abstención les da un 38,41% de los votos. Sea como fuere, lo que parece algo que debería pasar a la historia es el mantra de que la abstención perjudica a la derecha. Un bajón claro es el de los apoyos al PSOE en estas elecciones, que pierde más de la mitad de los votos con respecto a las europeas de 2019. Es cierto que unas europeas no tienen nada que ver con otros procesos electorales y que, por ello, en estas votaciones no se ha penalizado la labor de oposición del PSOE a nivel local.

A su izquierda, unos resultados testimoniales. Ni uniendo los votos de Sumar y Podemos (presentados independientemente) se alcanza a fenómenos electorales como el de Se Acabó la Fiesta y, por supuesto, se queda muy por debajo de grupos de extrema derecha. Es obvio que estos resultados vienen marcados por la situación general, y para ello ya hay sesudos tertulianos que lo están analizando, aunque algunas veces solo dan su opinión sin más. Pero, ¿qué hay debajo de cada resultado a nivel local? En Tarifa parece estar claro que el esfuerzo que se hizo hace más de una década con la creación de la marca electoral “Ganar Tarifa” para aglutinar a las personas progresistas fue un instrumento válido para agrupar energías y despertar ilusión de que es posible hacer las cosas de otra manera. Quizás no se ha sabido o podido seguir el ritmo de esta política frenética que, a veces, acapara la totalidad del tiempo de quienes voluntariamente se prestan a ello sin abandonar otras responsabilidades como trabajo, familia, etc…

Pero establecer conclusiones locales con estos resultados es arriesgado. Sirva de ejemplo lo sucedido con NAT, que tan sólo ha recibido 13 votos para la candidatura Existe, a la que sus dirigentes apoyaron públicamente y pidieron el voto. Con estos datos nada se puede establecer sobre qué resultados pueden volver a tener en unas municipales.

Sea como fuere, Tarifa no ha escapado a los movimientos pendulares ideológicos de la sociedad que ahora parece sentirse cómoda con gente que se ha dedicado a mentir, preocuparse de su imagen y, sobre todo, a crear odio y tensiones innecesarias. Estos apocalípticos de la nada atacan a lo diferente, consideran que los problemas los generan los débiles, que el mundo es suyo y de nadie más, entre tantas otras cosas. Son tan cortoplacistas que señalan a los migrantes como una de las siete plagas, sin darse cuenta que el país más poderoso del mundo se hizo a base de oleadas de migrantes.

Ante ello, la izquierda puede seguir apostando por ir cada uno por su cuenta o adaptarse a estos tiempos modernos.