Desde la atalaya: El turismo un gran invento

 

Hace unos días se dio a conocer la noticia del aumento, por encima de las previsiones de organismos e incluso del gobierno español, del Producto Interior Bruto (PIB) de la economía española. En este aumento ha tenido mucho que ver el turismo; y eso, no es nada nuevo.

Ya en los últimos coletazos del franquismo y con la llegada de los tecnócratas del OPUS Dei al poder, el turismo fue un revulsivo para una economía que salía de la autarquía. Y por ello se promocionó, aunque ello supusiera que la moral integrista de este sector del poder tuviera que comulgar con minifaldas y bikinis y que, por lo tanto, el arquetipo de la mujer europea que nos visitaba fuese modelo para las españolas que también empezaban a salir del ostracismo ya que la moral del nacionalcatolicismo las había reducido a un simple objeto de derecho supeditado al hombre.

A partir de entonces y hasta ahora, el turismo ha ido tomando más peso, sobre todo con la entrada en juego del turismo de masa. Los cambios han sido tremendos. Recuerdo que durante décadas en Tarifa eran pocas (por no decir casi ninguna) las personas que hacían turismo (alguna familia de militar que iban a ver a los suyos o alguna persona de clase media que se lo podía permitir). Hoy, sin embargo, lo raro es quién no va a un hotel o realiza un viaje. Muchas tarifeñas y tarifeños lo hacen justo cuando acaba la temporada turística en el pueblo.

Negar la importancia de esta actividad humana y su incidencia en la economía es o puede resultar, cuanto menos, ingenuo.  Desde que se descubrió que “el turismo es un gran invento” y Paco Martínez Soria intentara promocionar turísticamente a su municipio (aunque no le fue posible), muchos pueblos y ciudades han intentado vender sus excelencias como atractivo para visitantes.  Para ello, a inicios de los 80 aparece la Feria Internacional de Turismo (Fitur) como un escaparate colectivo de las ofertas nacionales e internacionales. Desde entonces y hasta ahora, miles de cargos públicos de los más recónditos lugares de la piel de toro acuden a Madrid como Martínez Soria acudió a la Costa del Sol. Estos viajes han generado historias y anécdotas para rodar muchas más comedias, como la que dirigió Pedro Lazaga a finales de los años 60.

Así pues, llegando estas fechas los responsables políticos de las instituciones, desde las locales hasta las nacionales, se desplazan a FITUR. La feria del turismo acapara durante varios días las portadas de todos los medios de comunicación: desde los nacionales a los locales. El evento se ha convertido en algo de obligado cumplimiento para quien se quiera mostrar como preocupado por su municipio, sobre todo cuando ese municipio tiene buena parte de la economía vinculada al sector servicios de la hostelería.

Sin embargo, parece que en muchas ocasiones es la improvisación lo que acude a esta feria: ahora cine, mañana nómadas, pasado… ¿Cómo puede ofertarse algo que no se sabe si tiene un diseño planificado y consensuado? Planificar la actividad turística desde un municipio como Tarifa debe contar con los actores principales y, por qué no, con el conjunto de la sociedad tarifeña, que en definitiva es la que lo sobrelleva, tal y como dijo el concejal de Nuevos Aires en el pleno de Presupuestos afirmando que los mismos se basaban “en la generosidad del pueblo de Tarifa, que soporta gastos que genera el turismo en detrimento de otros servicios que son básicos, necesarios”. No hacerlo puede ser el principio de un desencuentro. El ayuntamiento debe impulsar el turismo, pero al mismo tiempo intervenir para corregir algunos de los desajustes que puede provocar. Imaginemos qué sucedería si a cualquiera de nuestras casas vienen a vivir durante cuatro o cinco meses el triple de personas que la habitan. Si no se limpia más, no se organizan los turnos para comer, no se respetan los descansos, etc. la convivencia será muy difícil y al final los dueños estarán desando que todos se marchen y los dejen en paz.

En este caso, los dueños de Tarifa no pueden ser sólo los que vienen a sacar dividendos, sino también lo son aquellas personas que durante lustros y siglos poblaron estas tierras cuando como zona de frontera eran un peligro y, por ello, se otorgaron a la ciudad “los Privilegios” para ayudar a los autóctonos. Esperemos que se tomen las medidas oportunas y que vivir en Tarifa no se convierta en un privilegio para unos pocos y sí en un derecho para sus hijos e hijas, para que el turismo sea de verdad “un gran invento”.