Posiblemente, en estos días debería haber algún gesto por parte de la ciudadanía sobre qué significa la fecha de la Navidad como un periodo de paz y fraternidad entre los seres humanos. Resulta paradójico que este año entremos en estas festividades de la mano de una situación totalmente inhumana, denunciada por instancias gubernamentales y ONGs. Nos referimos, sin lugar a dudas, a lo que está sufriendo el pueblo palestino y que constituye un atentado a la más mínima seña de Humanidad. Es un conflicto complejo al que desde las Naciones Unidas se le han dado posibles soluciones, pero frente a ellos sólo ha llegado el dolor y la destrucción.
No es el único proceso bélico que actualmente se da en el planeta Tierra; pero, sin duda, es el que más está impactando o debería estar impactando en la conciencia de la ciudadanía.
Es evidente que la geopolítica sigue contando más que la vida de los seres humanos. Pero resulta totalmente absurdo el intento de hacer creer a la opinión pública que tanta destrucción tiene un fin bueno. La comunidad internacional, que, mayoritariamente, pide la paz a través de organismos como la ONU, ve cómo sus deseos se chocan contra el muro del poder. Y, por supuesto, no inquieta a los poderosos si todo ello queda solamente en una declaración de principios que no va acompañada como en otros casos por acciones políticas que penalicen a quien no quiere buscar otra solución que no sea de exterminio y sometimiento de una población a condiciones tan infrahumanas que las personas que han trabajado en ONGS como Médicos sin Fronteras describen a través de los medios de comunicación como algo dantesco.
Si contra Rusia y sus oligarcas se han tomado medidas por la guerra de Ucrania (invasión para unos y defensa para otros), ¿por qué no se hace lo mismo en este conflicto bélico?
Poco o casi nada podemos esperar de una reacción contundente que ayude a la opción pública mundial a tener fe en la especie humana. Poco o nada podemos esperar de una reacción eficaz que ayude a buscar soluciones al conflicto que impidan el derramamiento de sangre de uno y otro bando. Poco o nada podemos esperar si no hay una gran movilización ciudadana que empuje a quienes toman las decisiones a que esta situación sea frenada.
Estas Navidades, por aquellas tierras, los inocentes han muerto antes de llegar al día 28 de diciembre y, lamentablemente, quizás ese día una infancia desvalida que nada tiene que hacer frente a las sofisticadas bombas y equipos militares de los poderosos, siga sufriendo. Ante ello, quizás ese día todas las personas de bien deberían concentrarse en plazas de pueblos y ciudades encendiendo una vela por esos inocentes que han vuelto a morir en territorio de Belén de Judea.
Lamentablemente las guerras suceden desde que el hombre es hombre, ya sean por intereses territoriales, económicos, la lucha por los recursos primarios que ofrecen esos territorios o el ansia de poder simplemente.
Ojalá sean capaces de llegar a buen puerto y que cese esta locura.