Desde la atayala: Alturas de miras

Escucho hablar en la radio de cómo las montañas representan ese elemento natural que conecta a los seres humanos con los cielos. La Torre de Babel fue un intento del hombre de alcanzar las alturas, los cielos, pero sus consecuencias fueron otras.

 

Resulta curioso ver cómo hoy en día, en la previa de estas Navidades, varios alcaldes y, por tanto, sus ayuntamientos han competido en la preparación del árbol de Navidad más alto del país como ese deseo de conectar tierra y cielo. Y así, a las ya conocidas propuestas navideñas del alcalde de Vigo se han sumado especímenes como el alcalde de Badalona, que compiten al unísono por arrebatar a Granada el deseado título de contar con el árbol de Navidad más alto. Incluso municipios menos conocidos, como Cartes, también se han apuntado a esta competición. A ello habría que unir todas esas ciudades y pueblos que luchan por tener el alumbrado más grande y que, aparentemente sin problema alguno en las arcas municipales, se empeñan en decorar todas las calles de pueblos y ciudades. Una vorágine que en las grandes ciudades puede tener su fundamento (ya que incitan al consumo navideño) y que en pueblos pequeños el asunto ha tomado tal dimensión que se ha hecho de ello un debate político.

 

Resulta curioso ver cómo muchos pueblos están vacíos (también zonas turísticas), y, sin embargo, están discutiendo sobre cuántas luces poner, si son pocas o muchas, si llegan tarde o se han puesto a tiempo, y así en cadena. Es una discusión que muere donde nace, ya que en la mayoría de las ocasiones este alumbrado solamente tiene tres días señalados en los cuales la gente saldrá mayoritariamente a la calle (se sabe: Nochebuena, Nochevieja y Reyes) el resto de días nada más anochecer hay poca gente en las calles, por no decir a casi nadie, que lo pueda ver. Lamentablemente, estas luces en pueblos pequeños poco o nada incitarán al consumo en el comercio local. Mucha gente se va a comprar fuera de su pueblo, especialmente en grandes superficies donde quedan embriagados del “ambiente navideño”.

 

Y mientras esto pasa, otros asuntos quedan en segundo lugar, como desapercibidos para el conjunto de la ciudadanía. Ciudadanía que, embaucada en esa disputa elude que, en estos días, por ejemplo, se decide en Europa las cuotas de pesca para el año 2024. O que las listas de espera en la sanidad se hacen interminables. Por no decir que los recursos no llegan, y en algunos casos se recortan para poder atender en los colegios a niños y niñas con diversidad funcional (sensorial, cognitiva, motórica, etc.). Tampoco se tiene en cuenta que el planeta está a la espera de que se ponga freno a las emisiones de gases y contrarrestar el cambio climático, o por el contrario seguir en caída libre hacia un futuro medioambiental incierto. O que cada día las guerras cada vez más sofísticas sigan matando inocentes como siempre. Por citar algunas cuestiones de actualidad.

 

Pero no sólo los grandes temas quedan apagados por el brillo de las luces, también ocurre lo mismo con cuestiones locales. Todo queda bajo ese falso debate que únicamente beneficia al que no tiene argumentos políticos; porque a pie de calle, para la gente común, en estos días los problemas de la limpieza, el hacinamiento de auto caravanas en determinadas zonas públicas mientras que el parking está vacío, el aumento de la tasa de paro en estas fechas del año debido especialmente a un turismo estacional, la necesidad de buscar soluciones a la pesca y al alga invasora, y otros tantos temas siguen sin encontrar solución. Posiblemente, quedarán para otra fecha, ya que ahora estamos cegados con tantas luces e intentando alcanzar los cielos con árboles de navidad que compiten en altura.